De hacer tatuajes a domicilios en City Bell a vivir cerca del mar en Brasil

Javier preparando el equipo de kite en la playa de Unamar, Brasil.

Javier preparando el equipo de kite en la playa de Unamar, Brasil.

Tomar la decisión de vivir la vida de un modo alternativo y/o independiente, es realmente hermoso y adrenalínico. El camino no es color de rosas pero la paga hace que el esfuerzo valga la pena. Dar el paso, tiene premio.

Javier Oliva aka “El Cuis”, tiene 54 años y hace 2 años decidió que había llegado el momento de cambiar la forma de vida, y cambió Parque Sicardi -a las afuera de La Plata-, para radicarse junto a su familia en Unamar, un pequeño pueblito de Cabo Frío ubicado a no más de 170 kilómetros al norte de Río de Janeiro.
Es tatuador de profesión, tiene 3 hijos, es amante de los deportes acuáticos en tabla y junto a su mujer Julieta, llevan adelante un pequeño restaurante ubicado en su propia casa, a no más de dos cuadras del mar.

“Creo que fue en 1991 cuando comencé a tatuar, fue en un viaje que hice a Barra de Lagoa, acá en Brasil y en La Plata era el único que había. Cuando era chico pintaba remeras que hacíamos con mi vieja y ya de grande me había anotado en Diseño Gráfico en Bellas Artes. En esa época trabajaba en una oficina de moto boy, haciendo trámites y un día decidí renunciar para volver a Brasil fuera de temporada pero para aprender a tatuar. Así que vendí algunos discos que tenía, junté plata y me fuí.” recuerda Javier sobre cómo fueron esas etapas donde debía tomar decisiones importantes sobre la búsqueda de un camino. 

Esta es la casa restaurante que tiene Javier junto a su familia en Unamar, Brasil.

Esta es la casa restaurante que tiene Javier junto a su familia en Unamar, Brasil.

“Siempre fui un tatuador comercial así que manejo muchos estilos, pero no manejo el hiperrealismo por ejemplo. Soy de una escuela clásica, un tatuaje con líneas y sombras más definidas y con colores, pero en cuestión de gusto personal me gusta más el tatuaje blanco y negro.”

En los años noventa, la cultura del tatuaje era diferente a la dinámica actual  “En esa época no había internet y no había difusión de estilos… era todo más simple y lo que se tatuaba era lo que estaba en los catálogos, y si algo no existía, como un león, tenías que ir a la biblioteca, buscar un libro, registrarlo y diseñarlo. Y así también te ibas armando tu propio catálogo.”

Un diferencial que tenía Javier “El Cuis” Oliva, era que iba a tatuar a domicilio en moto y llevaba a cuestas su estudio de tatuaje móvil. “Trabajé mucho haciendo tatuajes a domicilio y también aprendí mucho de las personas recorriendo las casas. Primero empecé una Honda Econo Power y tiempo más tarde la cambié por una Vespa. Me llevaba una lámpara, las valijas con los catálogos, el equipo… era increíble como tenía todo sistematizado. Me llevaba hasta el alargue para enchufar la luz  y las bolsas de residuos para tirar los descartes.”

Javier tiene más de 20 años de trayectoria como tatuador.

Javier tiene más de 20 años de trayectoria como tatuador.

Las motocicletas tienen la capacidad de transportarnos y también de impregnarse con la sensación de libertad, aportando agilidad y dinamismo a la rutina. “Las motos siempre me gustaron, de modo que pasó un tiempo, y con un dinero que había ahorrado, me compré una moto clásica, una Velocette flamante para meterle un poco de marketing al asunto del tatuaje. También me compré un chaleco de cuero Mango carísimo, y le pinté en la espalda “In the Skin Tattoo”, con una cruz y una cadena, ya que ese era el nombre de mi estudio. Todo eso me sirvió mucho y me posicioné en La Plata y me empecé a mover mucho en la noche, me invitaban de todos los boliches, tanto como a “Tinto Agogó” que era del underground o de Metrópolis o Los Naranjos que eran los más chetos.”

 

Por algún motivo que ahora no recuerdo, una vez me llegó un casette con videos de surf y música de Joe Satriani y de INXS, muy de los ochenta… todo flúo y yo quedé re loco mirando videos de chabones tirando tubos en Hawaii…así que pasé de usar ropa de cuero a curtir pantalones anchos, camperita tipo cangurito O´Neal y me también me compré un skate. Salía solo a patinar por City Bell y ahí conocí a Ale Ribot, un amigo con el que comenzamos a manijear también con el surf… hasta que un día nos fuimos en tren a la zona de la Bond Street, a un local llamado EXTREME a comprarnos las tablas… yo me compré un traje 3.2 y una tabla Becker y Ale una Cristal Graffiti jeje.  Así que apenas pudimos nos fuimos un fin de semana a San Clemente del Tuyú, y fue terrible, el mar descontrolado, yo casi me ahogo… estuvo buenísimo. “

 

Apasionarse por un deporte implica cambios en la forma de vida, y hay ocaciones que para practicarlo, hay que ponerse en modo activo e ir en búsqueda de eso que nos llena el alma. “La manija por el surf, hizo que empiece a viajar a Mar del Plata para surfear en la zona de La Perla. Estaba todo el día pensando en surf, y un día  hojeando la revista Surfer, ví unas fotografías de Puerto Escondido y me volví loco… Junté plata, me fui con la mochila y la 6.3 a conocer México, y como el vuelo tenía una escala en Perú, aproveché y me quedé unos días para surfear ahí. Después retomé el viaje vía Cancún y me fui desde el Atlántico hasta el Pacífico, en un bondi verde clase C… Era la época del Sub Comandande Marcos, así que imaginate, una inconciencia total esa travesía. 

Una vez en Puerto Escondido, intenté surfear con la 6.3 y fue imposible, me hizo tragar mucha agua y arena. Así que le compré una tabla 7.4 a un flaco que paraba en el hostel y finalmente me terminé quedando unos 6 o 7 meses… Aprendí mucho a surfear en Puerto Escondido.”

Fu también a través de unos cassettes VHS que Javier conoció la existencia del kite surf, y junto a Álvaro Cortés -un amigo también de City Bell- se pusieron en campaña para conseguir uno y terminaron compraron un kite importado de 4 líneas que lo usaban en Punta Lara…”Era un delirio, muchos golpes y también estábamos mucho tiempo desenredando las cuerdas. Entonces como veníamos medio a los tumbos, nos anotamos en un curso de Windsurf… Al principio no tenía idea porque me daba a viejo choto y me partió la cabeza… porque era como el surf pero con velocidad. Me gasté U$S 1000 en un equipo y me agarró una especie de adicción, si había viento, chau laburo, chau planes y me iba al río.” recuerda Javier sobre sus inicios en los deportes náuticos a vela. 

Una de las actividades diarias de la familia Oliva es ir a la playa para practicar surf, siempre y cuando las olas lo permitan.

Una de las actividades diarias de la familia Oliva es ir a la playa para practicar surf, siempre y cuando las olas lo permitan.

Javier siempre tuvo entre ceja y ceja, poder tener una vida en la playa y eso fue determinante para que pueda hacerlo junto a su mujer y sus 3 hijos.

“Hace dos años vivíamos con mi mujer Julieta en Parque Sicardi (La Plata al fondo), y a raíz de unas cuestiones familiares, mi mujer recibe una suma de dinero y estábamos buscando un cambio de aire, entonces nos pusimos a buscar casas vía internet y nos enamoramos de esta casa que está a una cuadra del mar, acá en Unamar, un lugar que no conocíamos. Así que me vine en avión a verla, y como estaba todo bien, vendimos todo, Julieta dejó su laburo de 20 años en un hospital y yo cerré mi estudio de tatuajes y nos vinimos para acá.”


“Brasil es alucinante, una potencia cultural y fuertemente surrealista. Este es un pueblito pequeño, muy simple y austero. Todas las mañanas me levanto, miro el mar y dependiendo del viento y las olas, hacemos kite o surf con mi familia. “

“Siempre me gustó la fotografía.. no sé si soy bueno o no, pero tengo un ojo curioso. Acá la influencia de Dios es muy fuerte y eso me llama la atención, remeras de Fé, Ejército de Dios, calcomanías, paredes pintadas y hay iglesias de todos los tamaños, pueden ser de 2×2 mts como un tinglado gigante lleno de gente rezando. Acá se practica mucho el Evangelio y también hay muchos gimnasios donde se enseña y practica Jiu-Jitsu.”

Javier junto a Julieta, Luca y Maile, dos de sus tres hijos.

Javier junto a Julieta, Luca y Maile, dos de sus tres hijos.

“Yo vivo con mi gran amor, que es Julieta y mis hijos Maile, Luca y Lautaro que son todo.
En mi casa tenemos un pequeño restaurante llamado “A Casa dos Argentinos” que llevamos adelante con Julieta y abrimos viernes, sábados y domingos. Ella hace empanadas y yo pizzas a la parrilla que me encanta. “

El horno del barro de donde salen pizzas con el toque de Oliva..

El horno del barro de donde salen pizzas con el toque de Oliva.

“Hay que vivir la vida intensamente, porque está llena de cosas maravillosas… hay que hacer lo que uno quiere y puede, no hay que reventarse la cabeza y saber que es posible cumplir los sueños, no hay que dejar pasar el tren y animarse a meterle para adelante”

Perfil de Javier Oliva en Instagram.

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